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Santísima Trinidad, s. xviii

José de Ibarra
Óleo sobre tela

Colección Ayala-Muñiz

Santísima Trinidad. Con la elevación de Jesús como deidad en el panteón cristiano (lo que separa al cristianismo de las otras religiones que toman el Antiguo Testamento como base), fue necesario empatarlo con la deidad máxima ya presente: Jehová. En el nuevo dogma, que se convirtió en el credo central del cristianismo, Dios es un ser único que se manifiesta, o existe, en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por lo tanto, Jesús es una deidad independiente y nueva, pero, al mismo tiempo, forma parte de Jehová desde un inicio.

Iconográficamente, la Trinidad se representa de dos formas. La primera como tres personajes aparte: el Padre, Jehová como anciano con halo triangular y un cetro y/o orbe; el Espíritu Santo, en forma de paloma al centro; y el Hijo, Jesús con los símbolos de la Pasión a la diestra. En la segunda representación, las deidades aparecen en forma de trillizos en túnicas con los símbolos correspondientes a cada una y, generalmente, un orbe bajo sus pies. A esta figura se le conoce como Trinidad Isomorfa.