Guatemala. Tierra del Quetzal 1982 – 1993

En 1983 en ocasión de la visita del papa Juan Pablo ii a Guatemala, Antonio Turok viajó a ese país. Gracias a algunos contactos con periodistas norteamericanos, documentó el lugar de la masacre de Las Dos Erres (donde un grupo de paramilitares guatemaltecos llevaron a cabo una de tantas masacres).

 

Antecedentes a la guerra civil

«En este sentido la llamada primavera guatemalteca [1944-1954], bien valorada por lo común, tuvo un carácter elitista y limitado, porque no incluyó a los ciudadanos de identidad diversa. A los indígenas se les definía, por aquel entonces, desde la perspectiva de la capital, o sea como pertenecientes a la clase campesina, la cual gozaría de derecho a la tierra sólo tras su previa ‹civilización› en el sentido cultural, es decir tras su plena asimilación. En ningún aspecto fue percibida y determinada la especificidad de su secular desarrollo comunitario, su perspectiva ideológica y espiritual absolutamente distinta, así como sus estructuras sociales tradicionales a las que se encontraban tan íntimamente unidos hasta ese mismo momento. El futuro de los indígenas se veía únicamente en el marco de una asimilación preparada desde arriba en la mayor brevedad posible de tiempo. Durante la dictadura militar establecida después del golpe de 1954, la situación empeoró aún más. Primero en la llamada ‹regulación de las actas de propiedad› que de verdad consistía en arrebatar progresivamente a los indígenas sus tierras, habitadas por ellos desde hacía siglos, en el marco de una acción concentracionaria (sic) de terrenos para haciendas ganaderas». (Sniadecka-Kotarska, 2009, 200)


La guerrilla en Centroamérica

«La guerra se ha instalado en Centroamérica. Los morteros hablan más fuerte que las urnas y las metrallas silencian la diplomacia. El ruido de los helicópteros se ha incorporado a los sonidos de los campos y selvas de El Salvador, Nicaragua y Guatemala…En la última década [1980] 150 000 hombres y mujeres han muerte en América Central víctimas de la violencia política. Es, literalmente, una lucha a muerte por el cambio o la preservación del status quo. Nunca en la turbulenta historia mesoamericana tantas personas sufrieron las consecuencias de los conflictos políticos». (Shor, 1989, 9-10)

«Se mantenían contactos entre las organizaciones guerrilleras de Centroamérica y del Cono Sur. Y según los testimonios de líderes guerrilleros guatemaltecos, existían vínculos sobre todo con los sandinistas en Nicaragua y el Ejército Revolucionario del Pueblo de El Salvador (erp), a partir de la década de 1960, aunque no tan fuertes como las relaciones entre el Frente Sandinista de Liberación Nacional (fsln) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (fmln). Muchos revolucionarios centroamericanos participaron en la ofensiva contra Somoza en 1978 y el triunfo sandinista del siguiente año significó un factor estabilizante importante, tanto para las cuatro guerrillas guatemaltecas (que en 1982 formaron la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, urgn), como para el fmln (Allison et al., 2014)». (Molden, 2015, 73)


Lucha armada y limpieza étnica

«Durante casi dos décadas (años 1980-1990), a resultas de la guerra entre el estado y la guerrilla, los procesos de identificación de los habitantes de las zonas rurales fueron dominados por una idea nueva: la de su pertenencia de clase en detrimento de la de su pertenencia étnica, relegada a causa de la situación geopolítica a un plano secundario (por otra parte, como con otras elecciones salidas de la base). La política de los gobiernos guatemaltecos hasta 1995 se basó en las soluciones de fuerza contra los distintos grupos étnicos. Como respuesta, los indígenas se concentraron en un principio, desde 1978, en la movilización social y más tarde en la política, uniéndose a los movimientos izquierdistas de clase y a la guerrilla. Esta vinculación impulsó el conflicto armado, que ya desde hacía años fermentaba en las zonas rurales, pero que no había sido iniciado por sus propios habitantes, sino por la clase media, obrera y por capas militares descontentas, imposibilitadas de funcionar en las ciudades controladas por las Fuerzas Armadas estatales y obligadas a trasladarse a la zona del Altiplano». (Sniadecka-Kotarska, 2009, 202)