Nicaragua. La revolución sandinista, 1983 – 1986

En 1980 realizó su primer viaje a Nicaragua por invitación del Ministerio de Cultura del Gobierno sandinista para fotografiar el primer aniversario de la revolución. Viajó a la costa del Pacífico y a la zona Atlántica donde se encontró con los representantes de la organización misurasata (Misquitos, Sumos, Ramas y Sandinistas Unidos).

En 1983 viajó nuevamente a Nicaragua y se quedó a documentar la vida cotidiana en la zona de guerra. La imagen del campesino asesinado en Planes de Vilán es de ese año y retrata el primer acto de guerra de la contra (abreviación de contrarrevolución, grupo paramilitar que se opuso al gobierno sandinista). La imagen atestigua además la aplicación de las técnicas de lucha antiguerrillera del ejército estadounidense publicadas en el artículo “How to kill a comunist” [Cómo matar a un comunista] por la revista Soldiers of Fortunes (mayo-junio de 1983).

Durante toda su estancia en Nicaragua recibió un financiamiento de la editorial Casa de las Imágenes, dirigida por Martha y Ricardo Zarak.

El proceso

«La violencia con que se interrumpieron las luchas laborales y agrarias en la década de 1950 (en Honduras, Guatemala y El Salvador) y la represión ideológica de ese momento contribuyeron al surgimiento de movimientos guerrilleros en la región a partir de 1960 (especialmente en Guatemala, Nicaragua y El Salvador). Los primeros movimientos pronto experimentaron derrotas fatales y muchos insurgentes huyeron al extranjero, sobre todo a México, donde se produjeron contactos con políticos exiliados, sobre todo comunistas. Similar a las primeras décadas del siglo xx, estos exilios y desplazamientos de activistas políticos (y a veces, y cada vez más grandes poblaciones desarraigadas por las guerras civiles) crearon redes regionales que reforzaron los empeños de cada grupo específico, no solo por apoyo logístico o material, sino también para enriquecerlos con sus respectivas experiencias». (Molden, 2015, 72)


La contra

«Ronald Reagan fue nombrado presidente justo después de que se declarara una revolución sandinista en Nicaragua en la que el movimiento popular sandinista (cuyo nombre se inspiraba en el héroe revolucionario de los años veinte, Augusto Sandino) derrocó a la corrupta dinastía de los Somoza (a la que Estados Unidos había apoyado durante mucho tiempo). Los sandinistas –una coalición de marxistas, curas de izquierda y una amalgama de nacionalistas– se dispusieron a dar más tierras a los campesinos y a difundir la educación y los cuidados médicos entre los pobres. La administración Reagan, viendo en esto una amenaza ‹comunista› y –lo más importante– un desafío al control largamente ejercido por los Estados Unidos sobre los gobiernos de Centroamérica, empezó a trabajar inmediatamente para derrocar al gobierno sandinista. Emprendió una guerra secreta ordenando a la cia que organizara una fuerza contrarrevolucionaria (la contra), muchos de cuyos líderes eran antiguos cabecillas de la odiada Guardia Nacional somocista. La contra no parecía tener apoyo popular dentro de Nicaragua, por lo que su base situó en la vecina Honduras, un país muy pobre dominado por los Estados Unidos. Desde Honduras, la contra pasaba la frontera, asaltaba granjas y aldeas, mataba a hombres, mujeres y niños y cometía atrocidades». (Zinn, 2008, 433)

«Estados Unidos comenzó a mediados de 1981 su estrategia de promover una fuerza insurgente contrarrevolucionaria en Nicaragua liderada por exmiembros de la Guardia Nacional de Somoza. Inicialmente los contras debían proveer a Estados Unidos con un medio de presión para forzar a Managua a que detuviese sus despachos de armas a los rebeldes salvadoreños. Hacia 1983 la guerra de los contras había adquirido una dinámica propia. El objetivo original de presionar a los sandinistas para que no exportasen su revolución estaba olvidado; se trataba ya de una guerra de hostigamiento y desgaste. En este campo los contras han tenido un éxito considerable». (Sohr, 1989. 24)

«Según la revista Newsweek en su edición del 8 de noviembre de 1981, ‹la operación [contra] tiene otro objetivo [además de interrumpir el suministro de armas a El Salvador]: desestabilizar y socavar al gobierno de Nicaragua apoyado por Cuba›». (Neuberger y Opperskalski, 1983, 147)