Mujeres ocultas. The Lamphade Project


Recordando una larga tradición de retratos y cuentos teatrales en el arte, Jenny Ashley (Los Ángeles, California, 1975) utiliza la cámara y las herramientas de la literatura para crear sus imágenes socialmente críticas. Ashley, una coleccionista ávida, incorpora prendas vintage y escenografía en cada viñeta en la que sus protagonistas asumen papeles surgidos de los estereotipos de las teorías feministas con el silenciamiento y la supresión de la voz femenina en el paisaje contemporáneo.


Ashley sigue el legado de artistas feministas posmodernas como Cindy Sherman y Barbara Kruger que ahondan en suposiciones culturales, pero Ashley desafía de forma única las ilusiones comunes de la mística femenina, las nociones patriarcales de que el lugar de una mujer está en el hogar y que su éxito solo se logrará a través de los roles de madre y ama de casa. Las fotografías de Ashley construyen y critican las creencias sociales sobre la domesticidad que aún prevalecen en la mayoría del mundo. A través de esta serie, la artista presenta la incómoda noción de que la principal fuente de satisfacción de una mujer está directamente relacionada con la creencia bien mantenida de la diosa doméstica.


Ashley comenzó a trabajar en su serie fotográfica The Lampshade Project en 2017 para destacar desigualdades de género y la objetivación de las mujeres. Los conceptos para esta serie primero echaron raíces en la Universidad Estatal Politécnica de California, donde estudió Literatura Inglesa y Arte de Estudio con un enfoque académico en la teoría feminista, estudios de género y voces de resistencia.


En cada fotografía, la cara de la modelo está oscurecida por una pantalla de lámpara. Al esconder el rostro y la voz femenina de cada una, la mujer es despojada. Las imágenes le preguntan a quien observa si la mujer de la fotografía es un maniquí, un objeto que representa a una mujer o una mujer real y, por lo tanto, desdibuja las líneas entre identidad y objetivación. La pantalla de la lámpara se convierte en una máscara en la una mujer se esconde, negando su verdadero yo y convirtiéndose en lo que algunos hombres buscan en una esposa: subordinación, docilidad y obediencia.


Ashley elige usar ropa vintage para explorar la idea del juego de roles. La ropa no es una expresión de la verdadera identidad de la mujer, sino más bien cómo la cultura espera que aparezca como un objeto muy recatado o sexualizado. La mujer se vuelve casi invisible en el ámbito doméstico, ya que es vista como una noción fanática de un sex appeal sin esencia alguna de identidad.


Además, esta serie se centra en la mujer como un grupo universalmente marginado que se valora como una fuente de decoración u ornamentación en lugar de una identidad soberana y componente esencial y contribuyente a la sociedad y la cultura. Las fotografías se convierten en un símbolo para aquellas mujeres que han sido infravaloradas, despedidas e ignoradas, pasadas y presentes.


The Lampshade Project presenta una dicotomía o «arte como argumento» con el poder de la retórica visual ya que las imágenes sugieren la limitación personal para conocer verdaderamente al individuo y, al mismo tiempo, comprender el papel del género como se define en los modelos tradicionales. Con esta serie y exposición, Ashley desafía a su audiencia a reconsiderar las creencias y los estereotipos comunes sobre el lugar de una mujer.


Acompañando a cada fotografía, Ashley utiliza el medio publicitario para señalar aún más el absurdo de estas creencias comunes. Las pantallas de las lámparas tienen una marca y un logotipo, cual si fuesen de una empresa real. Las fotografías toman la apariencia de publicidades para vender la idea de que para lograr el estado final de la felicidad doméstica uno simplemente debe ponerse una pantalla de lámpara. La artista aplica los métodos de publicidad subversiva para crear un ambiente de sátira. Cada fotografía se acompaña de un letrero con humor irónico y exageración para exponer los absurdos del papel de la mujer en el hogar y en la cultural general.


Estos trabajos son aún más necesarios dado el clima generado por los movimientos #MeToo y #TimesUp que revelaron los abusos hacia las mujeres y, a su vez, puso de manifiesto la importante pelea porque la voz de la mujer sea escuchada.

Mujeres ocultas

THE LAMPSHADE PROJECT

Recordando una larga tradición de retratos y cuentos teatrales en el arte, Jenny Ashley (Los Ángeles, California, 1975) utiliza la cámara y las herramientas de la literatura para crear sus imágenes socialmente críticas. Ashley, una coleccionista ávida, incorpora prendas vintage y escenografía en cada viñeta en la que sus protagonistas asumen papeles surgidos de los estereotipos de las teorías feministas con el silenciamiento y la supresión de la voz femenina en el paisaje contemporáneo.


Ashley sigue el legado de artistas feministas posmodernas como Cindy Sherman y Barbara Kruger que ahondan en suposiciones culturales, pero Ashley desafía de forma única las ilusiones comunes de la mística femenina, las nociones patriarcales de que el lugar de una mujer está en el hogar y que su éxito solo se logrará a través de los roles de madre y ama de casa. Las fotografías de Ashley construyen y critican las creencias sociales sobre la domesticidad que aún prevalecen en la mayoría del mundo. A través de esta serie, la artista presenta la incómoda noción de que la principal fuente de satisfacción de una mujer está directamente relacionada con la creencia bien mantenida de la diosa doméstica.


Ashley comenzó a trabajar en su serie fotográfica The Lampshade Project en 2017 para destacar desigualdades de género y la objetivación de las mujeres. Los conceptos para esta serie primero echaron raíces en la Universidad Estatal Politécnica de California, donde estudió Literatura Inglesa y Arte de Estudio con un enfoque académico en la teoría feminista, estudios de género y voces de resistencia.



En cada fotografía, la cara de la modelo está oscurecida por una pantalla de lámpara. Al esconder el rostro y la voz femenina de cada una, la mujer es despojada. Las imágenes le preguntan a quien observa si la mujer de la fotografía es un maniquí, un objeto que representa a una mujer o una mujer real y, por lo tanto, desdibuja las líneas entre identidad y objetivación. La pantalla de la lámpara se convierte en una máscara en la una mujer se esconde, negando su verdadero yo y convirtiéndose en lo que algunos hombres buscan en una esposa: subordinación, docilidad y obediencia.


Ashley elige usar ropa vintage para explorar la idea del juego de roles. La ropa no es una expresión de la verdadera identidad de la mujer, sino más bien cómo la cultura espera que aparezca como un objeto muy recatado o sexualizado. La mujer se vuelve casi invisible en el ámbito doméstico, ya que es vista como una noción fanática de un sex appeal sin esencia alguna de identidad.


Además, esta serie se centra en la mujer como un grupo universalmente marginado que se valora como una fuente de decoración u ornamentación en lugar de una identidad soberana y componente esencial y contribuyente a la sociedad y la cultura. Las fotografías se convierten en un símbolo para aquellas mujeres que han sido infravaloradas, despedidas e ignoradas, pasadas y presentes.


The Lampshade Project presenta una dicotomía o «arte como argumento» con el poder de la retórica visual ya que las imágenes sugieren la limitación personal para conocer verdaderamente al individuo y, al mismo tiempo, comprender el papel del género como se define en los modelos tradicionales. Con esta serie y exposición, Ashley desafía a su audiencia a reconsiderar las creencias y los estereotipos comunes sobre el lugar de una mujer.


Acompañando a cada fotografía, Ashley utiliza el medio publicitario para señalar aún más el absurdo de estas creencias comunes. Las pantallas de las lámparas tienen una marca y un logotipo, cual si fuesen de una empresa real. Las fotografías toman la apariencia de publicidades para vender la idea de que para lograr el estado final de la felicidad doméstica uno simplemente debe ponerse una pantalla de lámpara. La artista aplica los métodos de publicidad subversiva para crear un ambiente de sátira. Cada fotografía se acompaña de un letrero con humor irónico y exageración para exponer los absurdos del papel de la mujer en el hogar y en la cultural general.


Estos trabajos son aún más necesarios dado el clima generado por los movimientos #MeToo y #TimesUp que revelaron los abusos hacia las mujeres y, a su vez, puso de manifiesto la importante pelea porque la voz de la mujer sea escuchada.