Vidal Pinto Estrada nació un 6 de marzo de 1939. Falleció durante septiembre de 2014. De vivir, sobrepasaría los 75 años de edad.

Vidal Pinto quizás era un artista atípico en la frontera. Su figura, apoyada en un bastón de madera durante sus últimos años, deambulaba incansablemente por los diversos escenarios culturales de la ciudad. No existían ni caminos ni mundos pequeños para él. Sus arterías de flujo tenían ilimitadas estaciones de visita frecuente.

El Centro Cultural Tijuana era una de éstas, quizás una de las más asiduas y entrañables. Desde la más remota época, aquella relacionada con los debates sobre a quiénes les correspondían sus salas de exhibición, su obra ya transitaba estos muros. Sus series de larga duración ya se presentaban a público, en formatos colectivos e individuales. Fue un pionero, un activo en los grupos fotográficos, un infatigable de remotas incursiones expositivas.

Como una forma de honrar su actividad artística y reconocer que los esfuerzos en el campo del arte y la cultura están relacionados con el carril de ida y vuelta que representa el futuro y el pasado, el Centro Cultural Tijuana nombró como Pasillo de la Fotografía Vidal Pinto al espacio de exhibición institucional que habíase convertido en una particular caja de resonancia para la fotografía en el último período.

En Vidal Pinto no existía la marca indomable del sectarismo. Lo mismo concurrió a exhibiciones de jóvenes artistas, que a muestras de autores de su generación. Era ajeno al espíritu de clanes. Su obra fue curada para exposiciones como Extraño Nuevo Mundo, Obra Negra. Una aproximación a la construcción de la cultura visual de Tijuana, entre tantas otras.

Nadie entre el mundo de los autores de imágenes, curadores y/o promotores en la ciudad –incluso en su concepción multidimensional con California– ha sido ajeno a él. Fue contemporáneo de Robert Mapplethorpe, con quien durante décadas estableció una curiosa y sui géneris asociación y polémica visual; además de simpatizante declarado de Josef Sudek; héroe del perfeccionismo, entre otras facetas.

El acervo de su obra es voluminoso, aún tan inagotable como inexplorado. Sus fundamentales y habitualmente prolongados impulsos creativos y conceptuales insinúan y despliegan su afición por la forma; la sutileza vibrante de la línea; el cuerpo como seducción y campo de batalla; el sigiloso encanto y melancolía por la ciudad; la intimidad personal como pretexto y propósito; la belleza y las emociones implicadas en la tensión entre fulgor y oscuridad… La indefectible nostalgia que se alimenta a sí misma.

Juan Alfredo Valles Arzate