El arte sacro, especialmente la pintura, fue realizado por conocedores del credo católico y de las técnicas: miembros del clero, en su mayoría, o laicos educados bajo sus órdenes, por lo que, a medida que avanzaban los misioneros por el territorio mexicano, la pintura con motivos religiosos se expandió rápidamente.
Dicha expansión se debió a que el arte sacro era muy útil para traducir los dogmas y las virtudes cristianas a la población nativa en un lenguaje más fácil de entender. Las imágenes de sufrimiento de Cristo, María y demás miembros del santoral católico, eran un poderoso vehículo de identificación para las y los indígenas, quienes sufrían una profunda y dolorosa reestructuración de su vida como la conocían.