Los hogares mursi son chozas hechas con ramas y vegetación en forma de medio huevo, con piso de tierra apisonada. La puerta es de dimensiones reducidas y no supera los setenta centímetros de altura. Sin ventanas ni cocina, preparan sus alimentos fuera de la casa, la cual sirve únicamente de dormitorio y bodega para los pocos utensilios que poseen.

Cuando una niña mursi alcanza la pubertad se le hace un corte bajo el labio inferior, donde se coloca un pequeño tapón de madera; durante los años siguientes éste irá aumentando progresivamente de tamaño hasta que el agujero sea lo suficientemente grande para sostener un disco de unos quince centímetros de diámetro. El plato de arcilla constituye un símbolo de belleza y elegancia y se dice que cuanto mayor sea el tamaño del plato mayor será la dote que reciba quien lo porta.

Más allá de cuestiones estéticas, la ornamentación corporal transmite información que, en el mundo tribal, es importante. Se comunica la pertenencia a un pueblo, tribu o etnia, se proclama el estado civil, se muestra el paso de niño a adulto, el rango social y la posición política; es espejo de la posición, el valor y la historia de cada individuo.

Las niñas mursi se perforan los lóbulos de las orejas, donde lucen pequeños platos mientras permanezcan solteras. Este acto tiene gran importancia en la cultura mursi, ya que significa el paso de niña a mujer y la posibilidad de empezar a buscar esposo.

La imagen más conocida de los mursi es la de sus mujeres luciendo un disco de arcilla o madera colgado del labio inferior. Las mursi no llevan el plato permanentemente, resulta incómodo para comer e incluso para hablar. Cuando no portan el plato, el labio de las mursi queda colgando dejando ver la parte inferior de la mandíbula.

A menudo pensamos que decorar el rostro y el cuerpo obedece a un interés estético, a una forma de coquetería, sin embargo, estas prácticas trascienden lo decorativo. Los mursi pintan su cuerpo de dos a tres veces al día, como si se cambiasen de ropa, una forma de seducción sí, pero también de transmitir su estado de ánimo, su orgullo, su fortaleza y su valor.

Otros adornos representan un mayor sacrificio. Los mursi, por ejemplo, se hacen incisiones en el cuerpo para representar cada animal o enemigo que han matado en batalla. En la mujer se considera un adorno que realza su belleza, en el hombre un símbolo de valentía y un recuento de sus víctimas.

Los jóvenes mursi compiten en luchas bastante violentas. Utilizan bastones como armas, llamadas donga. Con éstas demuestran su masculinidad, saldan rencillas personales o luchan para conseguir una esposa.

La tribu Mursi es una de las más feroces que quedan en el continente negro. Siguen manteniendo conflictos con las etnias vecinas y cada año se registran víctimas mortales por disparos de los AK-47 que proliferan en la región.